miércoles, 19 de mayo de 2010

Como un valioso lienzo.

No importa donde mire, siempre estás ahí, sonriendo. Te imagino con una mano en la barbilla aunque con tu dedo índice golpeas suavemente o acaricias tu labio inferior y otra en el teclado, sonriendo como solo tú sabes hacerlo, de esa manera tan particular que me enternece y me desarma por completo aunque tú no lo sabes, nunca lo has sabido y nunca lo sabrás.

No importa lo que toque, cualquier cosa es tacto duro comparado con tu piel, con tu pelo, con tus labios, con tus manos y tu...esto, bueno, vale ya...pero tú no lo sabes, nunca lo has sabido y nunca lo sabrás.

No importa a lo que huela, aunque me pierda en mil perfumes que llegan hasta mí a través de esta ventana, de mi piel bañada en gel suave, o de la comida que preparo mientras me río de que nunca cocinaste para mí, pero es lo mismo, tú no lo sabes, nunca lo has sabido y ya nunca lo sabrás.

No importa lo que escuche, tu voz fue brisa para mí, el murmullo de tus palabras, un puerto donde calmé la sed que me asfixiaba por dentro, donde la vida se transformó en tormento dulce, provocación sin burla y juego limpio pero exento de realidad. Es igual, tú nunca lo has sabido, no lo sabes y ya nunca lo sabrás.

Y no importa lo que coma, nada puede saber tan bien como tu cuerpo, sin ánimo de canibalismo alguno, es puro amor, puro deseo, pura química, pura energía, esa palabra que llegó hasta mí hoy y que me ha hecho pensar si no estaré animalizando mis instintos a modo de cachorra sutil que buscara cobijo siempre bajo tu manto, ese manto que me eleva el alma hasta lo más alto. ¿Cómo voy a renunciar a él ahora que te tengo?, aunque tú no lo sabes, aunque nunca lo sabrás.

Me asomaré cada día a tus ojos luminosos y transparentes para mirarme en el espejo y reflejo de tu alma noble, sincera y auténtica. Cada minuto siento que vas dejando en mí un reguero más claro de dulzura, de cariño y de amor, un amor extraño, eso sí, un amor de niña otra vez, de emoción, de esperar, de mirar con toda mi atención, de esperar la brisa que llegue de tu aroma nuevo, de esperar sentir lo que tu mano hoy me transmitirá, ese reflejo tuyo que llega hasta mí suavemente. El tiempo se paraliza cuando te miro, mi alma se expande cuando te escucho, mi corazón, suavemente late borracho de tu aroma y mi sonrisa aflora cada vez que tu mano se une a la mía para divagar por un pedacito de aire dibujando filigranas absurdas pero que me llenan de emociones profundas y tan lindas, que...¿cómo voy a decirte adiós, si no puedo, si no quiero, si no es justo?.

Siempre te diré “hola, amor”, aunque seas mi veneno, Julieta bebió del veneno para reunirse con su amado, nosotros no tenemos que traspasar la barrera de la vida, no somos “ni Romeo ni Julieta”, tan solo somos tú y yo, dos seres que se pierden en la inmensidad para encontrarse en un refugio alado. Porque me crecen las alas cuando estoy contigo, porque son ligeras y suaves, porque me elevan, porque me gustan, porque las necesito, aunque no lo sepa. Por todo eso y mucho más siempre te diré “hola, amor” y nunca “adiós” aunque tengas que irte. Te alejarás despacio entre la oscuridad que queda lejos y cerca, pero que tú iluminas con tu sonrisa. Te alejarás para soñar conmigo en silencio y en secreto, no importa, es el arbitraje que lo hace parecer así porque más de una noche, en el silencio se abren mis ojos y estás ahí, extiendo mi mano y puedo tocarte, noto mis alas y es porque estás pensando en mí. Entonces me acurruco en el vacío y noto tu calor perfectamente, me llamas en silencio, nadie sabe hacerlo, solo tú, nadie puede oírte, solo yo. Y ahí estaré siempre, amor, en un lugar de tu corazón, rodeada de un gigante verde con alas de algodón que se llama cariño.



Tela de Araña (pag.86)

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